Para Tamara Donado Megía, Victoria Iglesias Muñiz y Ángela Zamora Menéndez, autoras del Análisis de la "Investigación-acción sobre las motivaciones de las alumnas para elegir estudios superiores" de Guadalupe Concepción Álvarez
En primer lugar, agradeceros que hayáis escogido este trabajo de investigación, no porque yo haya sido la autora del mismo, sino porque considero que es un tema inacabado, que necesita replantearse continuamente, desde ámbitos diferentes, por personas de diferentes ideologías y desde diferentes puntos de vista.
Como habréis observado en la lectura del trabajo de investigación que he realizado, la realidad es la que es, que las chicas huyen de los estudios científico-técnicos. Y no os dejéis engañar porque a nivel de estudios superiores es posible que en las Escuelas de Ingeniería Industrial o en las de Caminos y Puertos, se vean más mujeres que hace algunos años, pero echar una ojeada a los ciclos formativos de metalurgia, electricidad, automoción, frío y calor y otros del mismo tipo. Y veréis que si hay una sola mujer, ésta habrá tenido que luchar contra su familia, contra sus amigos y hasta contra sus propios compañeros de clase para que se le reconozca el derecho a ser electricista, fontanera, mecánica o lo que le de la gana, sin ser tachada de marimacho o de al menos “rara”.
Por eso las chicas que no van a la Universidad se quedan en ciclos formativos de peluquería o educación infantil, en el mejor de los casos, pues en la inmensa mayoría de las ocasiones se quedan en casa, esperando a dejar la protección de sus padres para que algún novio o marido las proteja económicamente, a cambio de sexo y familia, o se van de cajeras a un supermercado, para ser explotadas sin derecho a réplica, porque dada su falta de formación no pueden aspirar a otra cosa. Y aún dentro del supermercado, si es de alimentación y todas son empleadas femeninas, podrán aspirar a ser encargadas de sección o de tienda, pero ¿habéis observado cuántas encargadas o jefas de sección hay en El Corte Inglés?
Pero efectivamente, esto no se percibe en la sociedad como una discriminación, pues tenemos tan asimilado el papel que nos corresponde a las mujeres en la sociedad, que únicamente invirtiendo los papeles, se percibe la diferencia. Hay un texto por ahí que yo utilizo siempre con mis alumnos en tutoría, con lecturas en las que presentan situaciones de este tipo : una niña que quiere poner en su barrio una tienda de arreglar bicicletas, un hombre que va a hacer una entrevista de trabajo y le preguntan por su estado civil, si tiene hijos, si piensa tenerlos y si tiene alguien que se los vaya a cuidar o tendrá que salir del trabajo para llevarlos al médico…
En fin, que hay mucho camino por recorrer, sobre todo si nos fijamos en las imágenes de los círculos de poder absolutamente masculinos: en la política, en los bancos, en las grandes empresas.
Y el mayor valor que yo otorgo a las investigaciones realizadas en este campo es el hecho de que las personas implicadas: profesorado, familias, y alumnado, se ven obligadas a replantearse determinadas concepciones de la sociedad y a la fuerza tienen que hacerse cargo de esta situación discriminatoria y vergonzante que nos humilla a las mujeres y a los hombres.
Y estoy convencida que donde se ha trabajado de forma conjunta este tema, al menos dejan de escucharse planteamientos sexistas, se utiliza mejor el lenguaje, se proponen más actividades coeducativos, se busca siempre la igualdad entre sexos a la hora de hacer grupos para trabajar en equipo o para participar en determinadas actividades. Siempre hay algo que cala poco a poco y va cambiando las mentalidades. Al menos esa es mi esperanza, así que os animo a seguir en esta línea y os ofrezco mi colaboración para futuros proyectos que queráis iniciar en este campo.
Un abrazo
Guadalupe
martes, 11 de mayo de 2010
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