Debemos destacar las dos ideas que colisionan entre sí y dan lugar al conflicto presentado en este trabajo de investigación-acción. La idea que tratamos se desvincula de la realidad social, es decir, la teoría nada tiene que ver con la práctica.
La mujer, y más concretamente su rol en la sociedad, en el siglo XXI es la idea en conflicto, entre la idea social, convencional y archiconocida de que la mujer debe, tiene y es su obligación poseer los mismos derechos, obligaciones y ocios que el hombre, observados de forma continua que en la realidad eso aún es un proceso embrionario; es cierto que se ha avanzado, pero de una forma muy lenta, y cada vez se irá ralentizando más porque ya poseemos una imagen correcta de la realidad, pero nuestra forma de obrar no va de acuerdo con ella. Esta idea, Guadalupe Concepción Álvarez, la contextualiza en la escuela en su trabajo Investigación-acción sobre las motivaciones de las alumnas para elegir estudios superiores, una escuela “democrática, libre e igualitaria” donde las niñas y los niños no escogen su futuro indistintamente de su sexo, sino que las niñas huyen de los estudios científico-técnicos.
En el proceso de investigación-acción de Guadalupe se establecen los objetivos de investigación: descubrir cuáles son las verdaderas motivaciones que llevan al alumnado a realizar sus elecciones académicas y profesionales, y el planteamiento del problema: el proceso educativo en el que son varios agentes los que intervienen en esta realidad pero subjetivamente y es en la escuela donde aparece de forma objetiva. El trabajo se divide en dos partes, siendo la primera una reflexión teórica y la segunda se dedicará a explicar la investigación-acción que han llevado a cabo a lo largo de dos años en el Instituto de Educación Secundaria La Magdalena, de Avilés.
No entraré en debates y reflexiones ambiguas de un tema ya más que teorizado, y parece que ya entendido por la mayoría de la sociedad, al menos de la sociedad española, todo el mundo tiene claro que el hombre y la mujer, y cuando digo todo el mundo me refiero al hecho de que si un individuo dice que el hombre y la mujer no tienen derecho a las mismas oportunidades está completamente desfasado y será objeto de represalias y críticas por un porcentaje bastante elevado de la población, siempre van a existir personas más retrasadas que otras. Hay que tener en cuenta que de la misma forma la teoría está clara, también está normalizada, es decir, hemos tomado conductas que benefician más a un sexo, en este caso al hombre, que al otro siendo por tanto un sometimiento aceptado inconscientemente; se han normalizado porque solo se pueden ver desde un punto de vista, sin otorgar margen de error.
Al margen de sus diferencias biológicas, son iguales, pero ¿cuál es el factor que impide obrar conforme a lo teóricamente ya entendido?, la misma persona que defiende la igualdad entre hombres y mujeres es la misma que se queda mirando estupefacta a un hombre limpiando una casa o a una mujer bajando de su camión. Para cambiar una forma de obrar, y digo bien obrar porque no es lo mismo cambiar una forma de pensar que una forma de actuar, se tiene que llegar al primer agente socializador, la escuela. Este trabajo de investigación-acción me parece que se ha alejado de la típica teoría de igualdad entre hombres y mujeres que siempre se queda en el campo teórico, es muy bonito teorizar, pero no se puede dar una teoría sin práctica, quizás esta sea una respuesta que justifique lo anteriormente citado, tenemos muy clara la teoría, pero bastante olvidada la práctica. Esta investigación-acción enfoca un problema concreto, en una realidad concreta y en un instituto determinado, y así es como se debería de mejorar la realidad, creo que a esta sociedad le sobran personas que intentan cambiar el mundo y le faltan personas que quieran cambiar una realidad, pero estamos acostumbrados a premiar a las personas que curan y dejamos en un segundo plano las que previenen
El hombre ve normal que sea él quien se encargue de arreglar los desperfectos de una casa, y la mujer ve normal que no sea ella quien se encargue de esa tarea. La dominación del hombre sobre la mujer es un hecho tan latente desde los orígenes de la humanidad que cuesta creer que algunos comportamientos sean machistas. Esta idea presenta, a su vez, un pequeño hándicap a la hora de discernir qué es la igualdad y queéun sometimiento; si nos ponemos a buscar de forma minuciosa podemos ver un sometimiento del hombre sobre la mujer a la hora de hacer el amor, en la forma de expresarse, e incluso en la forma de vestirse pero, desde mi forma de ver la realidad, es complicar lo que ya es complicado, es estúpido entrar en dilemas sobre si el hombre está encima de la mujer en el acto sexual, este la está sometiendo a su antojo, o que el uso de corbata es un símbolo de virilidad por su forma de pene y representa el mando.
Lo cierto es que hay que partir de una base para construir sobre pilares seguros, pero esa base tiene que ir de acuerdo con las necesidades específicas de la mujer y el hombre, es decir, mientras creamos cortinas de falsa igualdad, lo verdaderamente importante queda en un segundo plano. Mientras nos preocupemos por la forma de expresarse del presidente del gobierno, si dijo “ministros” y no dijo “ministros y ministras” y la prostitución siga siendo un acto legal y nadie se pare a pensar que igual es más importante acabar con la prostitución que introducir en el diccionario el término jueza, que alguien me diga con qué derecho esta alzando mi opinión como parte de esa farsa.
El primer paso es instaurar unas leyes que promulguen dicha realidad y el segundo paso es un reparto equitativo en el ámbito académico, laboral y doméstico, se me puede tachar de coaccionador, o dictador, argumentando que si, por ejemplo, se obliga a que en una universidad, ciclo formativo o trabajo haya el mismo número de hombres que de mujeres, y que en el mismo cargo haya tantos hombres como mujeres, estaré coartando la libertad de pensamiento y acción, pero yo no estoy obligando a María y a Juan a estudiar arquitectura, pero si hay dos plazas, una para una mujer y otra para un hombre. Si la sociedad solo respeta los límites de velocidad por la retirada de puntos o sanción económica, en vez de por su propia seguridad, pues que primero se instaure de forma “obligatoria” la igualdad y que después se trabaje sobre la conciencia social; lamento ser tan drástico, pero estoy harto de cortinas de humo y luchadores burocráticos que intentan cambiar el mundo.
Armindo Emanuel dos Santos Ferreira
jueves, 13 de mayo de 2010
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